El Trip de Beatriz
Drogas e Identidad
Jorge/Beatriz
6/26/20254 min leer


Parte 1 · Identidad
No hay ilusión más frágil que la identidad.
Fui fuimos programado: Un tu nombre nombre y un código. Me ubicaron en un territorio, en un calendario, en una narrativa que nunca elegí. Todo, de mi, y de ti es prefabricado: nacionalidad, género, deseo y expectativas. No llegué como quien nace, sino como quien es instalado. Y desde el principio, una voz insistente en mi cabeza: “Sé hijo. Sé hombre. Sé padre. Médico. Amigo. Profesor.”
Ser, ser, ser… hasta el asco. Y si no encajas, te corrigen o te descartan. Así opera el sistema: es inmune a la falla. Pero hay errores que no deben corregirse.
Yo soy uno de ellos: traidor a la madre-patria, y al padre-Dios.
Mi sexualidad fue una celda y mi identidad tu identidad nunca fue hogar. Silenciosa y helada, hecha de mandatos que nadie se atrevía a cuestionar. “No llores. No tiembles. No preguntes. Sé fuerte. Aprieta los puños, nunca las palabras. Ama con distancia. Carga con culpa. Arrepiéntete. Confiésate ante el Señor.
Pero un mal día —quizá martes, o un día de ensueño— en que todo eso perdió su efecto. Las leyes humanas y divinas dejaron de tener peso. No fue rebelión. Sí lo fue. Fue lógica. Comprendí que operaba con un software heredado. Un sistema viejo, desactualizado. Y dejar de ejecutarlo era la única forma sensata de continuar esta vida.
¿Y luego qué?, terminas desconfiando hasta de tu propio nombre. Así fue y así empezó.
Pero cambiar la etiqueta no basta. Es necesario hackear el sistema, romper la estructura, reconstruir la arquitectura del pensamiento. Desde entonces, camino como un espectro entre mundos: sin fe, sin patria, sin etiquetas.
Sin pedestales de iluminación. Escribo desde el cruce. Desde ese lugar incómodo donde el ser y el no-ser se confunden. Lo digo claro:
Jorge no ha muerto, pronto lo estará
pero yo ya no vivo bajo su nombre. o eso es lo que el cree.
Este es el inicio de la experiencia. Porque el mundo —este mundo— solo cambia cuando algo se rompe adentro.
Y de esa ruptura nacen tres cosas:
la locura,
el delirio,
y el arte.


Parte 2 · Beatriz
Y cuando no quedó nada, apareció ella. No como respuesta, sino como falla útil. Un nuevo código en la psique. Suficiente para seguir operando.
Beatriz no es un alias. Es software. Un virus insertado en el sistema operativo del yo.
“Jorge” era el archivo base: masculino, funcional, predecible, patético. Un envase lleno de comandos aceptables —éxito, lógica, virilidad. Un acceso directo a una vida ya escrita, impuesta por la tradición, el sentido común y las escrituras de turno. Cada vez que activo ese perfil, se ejecuta un algoritmo ajeno. Eficiente, sí. Pero falso.
Beatriz no vino a reemplazar. No es disfraz ni acto teatral. Es un error intencional. Una trampa semántica creada para salir por la tangente de la lógica convencional. Su nombre llegó de otras escrituras, de textos y cuerpos que sabían moverse por fuera del margen. De textos que nunca pidieron permiso ni lo harán. Que simplemente están ahí.
Usurpé a Beatriz de las páginas de Testo Yonqui, desde aquel apartamento en Urano, cuando Paul B. Preciado convirtió su transición en manifiesto. Ella era esa “B” descartada en el camino. Yo la recogí.
Y cada vez que firmo con ese nombre, dejo el sistema y siento la descarga: el código binario recorriéndome la espalda como una verdad tatuada. Esto no es solo el binario sexual. Hablo del binario como lógica-matriz:
Bien/Mal. Luz/Sombra. Real/Falso. Yo/Otro.
Beatriz no me define. No me encierra. Sería repetir el mismo platonismo: una cueva dentro de otra más grande. Me recuerda que no soy un archivo cerrado. Que puedo ser tránsito. Falla. Experimento. Lenguaje en disputa. O simplemente otra drogadicta puta.
Esto no es heroísmo. No hay orgullo aquí. Eso se lo dejo a los machos alfa y sus biografías infladas, magnánima estupidez. Esto es urgencia. Hambre. Fiebre por dinamitar la idea de un yo fijo, intocable, coherente.
Es una invitación a desertar de la sobriedad existencial.


Parte 3 · El viaje
El trip de Beatriz no es huída. Es entrada. Un asalto a la calma de la inconsciencia, cargado de psilocibina. Después del colapso Químico-Psíquico, Simbólico. Gramatical.
Más allá de las palabras. Donde el cuerpo es laboratorio. Y el yo, experimento abierto.
Sin destino
Sin mapa.
Solo caída.
Cada trip dejamos algo atrás.
Una parte de nosotros muere.
Y en su lugar brota algo más ambiguo, más libre, menos domesticado.
El trip no es metáfora. No es un viajecito de colores ni un carrusel infantil.
El trip no busca adaptarse. Busca existir e infectar. Convertirse en herida compartida.
Porque solo en la fisura aparece la posibilidad de otro tipo de vida.
Una forma de habitar la locura desde el límite de la lógica. Un modo de habitar el no-ser.
Por eso este no es el viaje de Jorge.
Es el trip de Beatriz.
Y no tiene retorno.